En el evangelio Mateo 7, 15 – 20 Jesús decía: “Por sus frutos les reconoceréis”, pero yo os digo más: “Por los ostensibles resultados de sus frutos les reconoceréis”.
Y es que no basta con hacer o conseguir logros importantes, si ello no llega a beneficiar a los demás, pues se desperdiciarían, y el Universo funciona con la Ley del mínimo esfuerzo. El resto va contra natura.
Solo cuando el Universo se confabula con esos resultados de tus logros, es cuando se tiene la confirmación, y es cuando se divulga.
Quien de riquezas en los valiosos frutos de sus obras, pasen desapercibidas y se pierdan, constituye ello un atentado contra la ecología Kósmica, o una falsa creencia en la valía de los frutos conseguidos.
Pero a veces sucede, que no se obtienen reconocimiento en los frutos ofrecidos. Y no es ello porque los frutos sean deficientes, sino porque no es el tiempo oportuno, que puede despistar en desviarse al ego en otros cometidos más materiales, y perderse el acumular de tales grandezas.
Aunque ya bien dice el refrán lo de “Haz el amor y no la guerra”, para esta mente morbosa por naturaleza que tenemos, tanto lo uno como lo otro resulta imprescindible.
Y siendo el arte del “Amor” mucho más elaborado y complejo, pues requiere de muchas virtudes, y siendo a su vez la “guerra” un acto consecuente de los cabreos y la soberbia, está claro donde tendemos a desequilibrarnos, y por ende, donde debemos esforzarnos, para que los aportes del “Amor” puedan equilibrar las pérdidas de las “guerras”.
Entonces, tal vez la consecuencia a que se llegue sea: “Haz la guerra con Amor”. Pues está claro, que el que hace la guerra con odio y rencores, de ello no se pueden obtener nada beneficioso a la larga.
Y toda esta enseñanza no nos exige de aportar más esfuerzos para el resto de la vida, sino que nos habla de esa dirección acertada, donde la sabiduría se encuentra tan implicada.
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