Pasaron veinte años desde que Al-Qaeda lanzara su ataque más feroz y estratégico con un grupito de suicidas y unos cursitos de vuelo. Sólo eso bastó para burlar al gigante militar y a su temida inteligencia. De los esfuerzos morales y marciales que las fuerzas occidentales pusieron en juego para hacer frente a la declaración de guerra del terror islámico hoy no queda nada. A Occidente el 11 de septiembre de 2001 le declararon la guerra y 20 años después la perdió. Balance final. Altas y bajas ocurridas en el medio no cuentan si es el agresor el que festeja.
El vendaval que ha generado el regreso al poder del infierno talibán no puede ser abarcado en una nota, en un podcast o en miles de horas de televisión o en mensajes en las redes sociales. Hay una catarata de aspectos para analizar, tratar de entender qué pasó y qué puede pasar con el mundo en un futuro no tan lejano, la geopolítica es un ajedrez sin reglas. Mucho se dijo y mucho hay por decir de la historia, de la estrategia, de la salida y de los 20 años de permanencia. Pero entre tanto desconcierto hay una certeza: millones de mujeres pasarán a tener estatus de alimaña y nada podremos hacer por ellas.
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