penas-y-alegr-as-del-amor-2-rafael-de-le
Esta vez he puesto junto a un antiguo vÃdeo mÃo un vÃdeo de una magnÃfica recitadora que no recuerdo su nombre. Ese vÃdeo pertenece al programa de TV española de Jesús Quinteros. Te dejo la letra:
Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.
Por la garganta me sube
un rÃo de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegrÃa, alegrÃa,
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribarÃa la pared
que separa nuestro sueño,
romperÃa con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estarÃa besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, qué alegrÃa y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonÃa,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venÃas del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarÃas
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mà me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegrÃa y qué pena
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mÃo
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sÃgueme queriendo asÃ,
tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegrÃa y qué pena
quererte como te quiero!
...
https://www.youtube.com/watch?v=KRNGPdrdIxI
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1 year ago
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video/mp4
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