La Caverna de los Tesoros. Según refiere una antigua narración oriental, Adán, después de su caída, habría llevado los tres dones del oro, el incienso y la mirra a la Caverna de los Tesoros, y allí los habría depositado.
Después fueron pasando de generación en generación hasta que, de acuerdo
con las instrucciones dadas por Adán a Seth, fueron llevados por los Magos
a Belen y ofrecidos al Mesas. Con ello, los Magos reconocieron todo el ministerio de salvación encarnada por Jesús, y precisamente por los presentes que le llevaron: oro para el rey, mirra para el médico e incienso para el sacerdote.
Por ende, Cristo se igualó en todo a Adán.
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