Para este undécimo episodio, volvamos a lo básico. Primero porque encontraremos el tema publicado por Lully y popularizado por Corelli en 1700, pero también porque hablaremos de un gran peso de la música barroca. Antonio Vivaldi nació un día de un terremoto en Venecia. Su padre, un barbero-violinista, le enseñó los conceptos básicos del violín y el joven pelirrojo resultó ser particularmente talentoso. Como muchos hijos del pueblo, tuvo que elegir el hábito eclesiástico, que era la opción más segura para hacer buenos estudios. Dicho esto, Antonio "el sacerdote rojo", citando un problema de asma que lo obligó a salir a menudo, no dijo misa por mucho tiempo. ¡Prefería convertirse en maestro de violín en la Ospedalle della Pietà en Venecia y lo entendemos! Era una institución para niñas en la que se les daba a los alumnos una educación musical avanzada. Aquí es donde Vivaldi experimentará con un nuevo concepto del concierto en el que el solista se emancipará de la orquesta para escapar a arabescos cada vez más complejos. Tan pronto como se publicó su opus III, el Estro Armonico, Vivaldi se hizo famoso en toda Europa. Incluso tuvo una influencia definitiva en el gran Johann Sebastian Bach que adaptó varias de sus composiciones. Después de este opus III donde Vivaldi demostró un dominio total de la composición, desarrolló su música hacia más libertad y expresión (el opus IV se llama "La Stravaganza", opus VIII que contiene las cuatro estaciones se llama "Il cemento dell'armonia e dell'invenzione".) Además de sus obras para violín, Vivaldi compuso numerosas sonatas y conciertos para muchos instrumentos, así como un gran corpus de música religiosa y una gran cantidad de óperas. Famoso en su tiempo, el músico cayó completamente en el olvido tras su muerte durante un viaje a Viena. No fue sino hasta principios del siglo XX que los musicólogos redescubrieron la música del gran Antonio. En su obra 1705 I, Vivaldi, todavía inspirado en Corelli, ofrece una follia para dos

Invierno (Concierto nº 4 en fa menor, RV. 297)