Parece que los países empiezan a evaluar los resultados de las medidas adoptadas para afrontar esta crisis. Los países y los particulares, los ciudadanos que, habiendo apagado el televisor, abren los ojos a lo que está sucediendo alrededor. Desapareció el peligro sanitario y ¿qué queda? El motor de este engaño, el miedo, debe ser mantenido por quienes se han servido de él para justificar medidas de restricción de libertades, arbitrarias, caprichosas, absurdas,... sembradoras de odio sin ninguna evidencia científica. El pueblo reclamará a sus políticos, a sus gobernantes, a sus autoridades: es hora de pedir cuentas a los responsables del deterioro de la convivencia. Y también a aquellos actores que en el ámbito de la comunicación han servido para nutrir el miedo sobre la mentira de los datos falsos. La información plural nos ayudará a encontrar la verdad y disipar los miedos.

No sé si la pregunta se podría cambiar por "¿Cuánto vale ser bueno?" En ambos casos se abre el debate de qué es lo bueno y lo ético, algo que en los tiempos descreídos que vivimos incita una mueca de sonrisa cínica. Pero ¿quién quiere ser bueno en nuestros días? ¿Eso no es de panolis?. Además ¿qué es eso de ser bueno? Es verdad que hoy en día las virtudes están degradadas por que lo bueno es ser "espabilao" y engañar todo lo posible a los demás. Las virtudes tradicionales en los tiempos de mediocridad no cotizan, antes bien parecen obstáculos para medrar, de manera que el que desea medrar en esta sociedad ha de hacer virtuosos los vicios. Sin embargo, algo extraño sucede con la ética. Así como los malos llegan hacer alarde de sus vicios y presentarlos como apetecibles, con la ética los malos no se atreven a sostener que su postura no sea ética: simplemente cambian la ética, la desmoralizan, la prostituyen... y así se erigen en los más férreos defensores de la "nueva ética". Nadie presume de no llevar una conducta ética: lo que hace es cambiar el contenido de lo que era ético. En lo más profundo del ser humano siempre quedará el criterio que nos hace ver en la conducta de los demás si hay o no empatía con los demás seres humanos. Una empatía que arraiga el la concepción de persona que uno tenga, porque en ese núcleo y no en otro, es donde ha de descubrir la dignidad del ser humano, su derecho a ser respetado. Nadando contra corriente, una noche más, creando una sociedad de hombres libres.