"Una noche cualquiera con el cielo cubierto de estrellas, el viento resoplaba con intensidad levantando un pequeño trozo del techo de zinc, con un sonar estruendoso impactando una y otra vez con las columnas que lo sostienen. A 10 minutos de la media noche me levante, como hago habitualmente, para ir al baño a orinar, y luego ir por un vaso de agua; Que sorpresa me llevé al caminar por el pasillo intermediario de la cocina y la sala, cuando, al girar mi cabeza hacia el mesón, logré ver un barril desbordante de basura en el medio de la cocina, con una luz incandescente iluminándolo, donde en la cima de la montaña de desechos estaba ella, esa muñeca de porcelana con rizos castaños y vestido negro, sentada en su pequeña mecedora.
Mi piel sudorosa y cuerpo tembloroso eran víctimas del escalofrió producido al ver a la muñeca en ese sitio, puesto que siempre ha estado ubicada en el medio del comedor de la sala. A medida que me acercaba a ella los pelos de mi cuerpo se erizaban cada vez más, mis pulsaciones aumentaban de velocidad gradualmente; Cuando me encontraba a menos de 2 metros de distancia de ella, pude ver su cuello girando 360° grados, hasta que clavó su mirada penetrante en mi rostro, no puede moverme, me quede petrificada y sin aliento."
**Año: 1888**
**Autor: Vincent van Gogh**
**Estilo: Postimpresionismo**
Esta es una pintura de Vincent van Gogh, que representa el ambiente de una terraza. Van Gogh expresó sus nuevas impresiones de Francia meridional.
El estilo de esta pintura es único para Van Gogh con colores cálidos y la profundidad de la perspectiva. Ésta es la primera pintura en la cual Vincent utilizó fondos estrellados. Posteriormente vendrían la Noche estrellada sobre el Ródano y La noche estrellada en 1889. Esta obra entra dentro la categoría de pinturas de este autor que buscan iluminar la noche dándole un tinte de alegría y color al paisaje nocturno.
Vincent llegó a la ciudad provenzal de Arlés, al sur de Francia, el 20 de febrero de 1888. Considerado un “sueño japonés”, gracias a sus brillantes colores, Arlés representaba el sueño, el encanto y la pasión que el artista necesitaba en su vida. En este sentido, aquella ciudad sería una metáfora para la madurez y el comienzo del fin.
Inspirado por la energía que le transmitía la atmósfera del centro de la ciudad, Van Gogh pintó el café de Arlés, situado en la Place du Forum, enfatizando el contraste entre el azul frío de la noche, y la calidez de los tonos cobres y amarillos de la lámpara de la terraza del local.
Para Van Gogh, el color era símbolo. El amarillo, exagerado, brillante y magistral, significaba para él la felicidad plena. Y es que, precisamente, esta se trataba de una de las épocas más dichosas del artista.
Si alguna vez te ha traicionado una persona muy cercana, que pensabas que conocías como a nadie en el mundo, entonces haz conocido uno de los dolores más grandes de la vida…
Era una noche oscura, con luna llena y casi sin estrellas a la vista, me encontraba caminando por la sala de mi casa cuando inmediatamente la vi, una curiosa serpiente de cascabel con tamaño promedio, que sacudía su cola de forma inminente y repetitiva. Recuerdo que al verla hice un gran alboroto consiguiendo despertar a mi familia, la cual se mantuvo atónita con la presencia del animal en nuestra sala; intentaron deshacerse de ella sin éxito alguno, puesto que de un momento a otro la serpiente se arrastraba nuevamente por el interior de la casa; lo curioso de todo era como la serpiente volvía siempre al mismo lugar y no se apartaba de ahí.
Tras la desesperación de mi familia, e incluso de mi persona, pensamos que matarla era la única opción factible ya que insistía en permanecer dentro de la casa. Al cabo de unos segundos tomé un cuchillo mientras me acercaba cautelosamente a ella, pero esta, en ningún momento se sintió amenazada por mí, no había ni el más mínimo esfuerzo de su parte por intimidarme; me miró fijamente, como si tratara de decirme algo. Sé que sonara absurdo pero realmente sentía que a través de su mirada podía entenderme, y que no era la primera vez que nos veíamos, era como si la conociera de antes.
La serpiente se dio vuelta en dirección contraria a mí, como si me estuviera probando y demostrando que ella no me haría daño, y que no hacía falta que tratara de lastimarla puesto que ella permanecería a nuestro lado; realmente al ver su actitud empecé a dudar sobre si debía o no matarla. Por unos segundos la idea de que era solo una criatura inofensiva y confundida invadió mi mente, incluso comencé a imaginarme el resto de mis días con su presencia en mi hogar, pero seguidamente recapacité, pues obviamente el conservar una serpiente venenosa en una casa es una idea descabellada.
Finalmente me decidí a acabar con ella mientras avanzaba sigilosamente con el cuchillo en mano, la serpiente continuaba dándome la espalda sabiendo que la distancia que nos separaba se hacía cada vez más corta y que mis intenciones no eran buenas; quizás creyó que al final no me atrevería a hacerle ni un rasguño, pero mi temor y desesperación aumentaban junto con mi pulso. Una parte de mí no quería hacerle daño, pero la presión generada por el temor de mi familia hizo que fuera perdiendo el control sobre mí, así que apreté el cuchillo y rápidamente lo clave justo a la mitad de su cuerpo, y lo deslice hacia el extremo de su cola.
Puedo recordar claramente un sonido muy extraño que salía de la serpiente, mientras ella volteaba rápidamente hacia mí mostrándome sus afilados colmillos bañados en veneno; no pude soportar verla agonizar del dolor que yo le había causado, no solo por herirla físicamente, sino por, de cierta forma, haberla traicionado. Podía ver en esos ojos oscuros, una mirada profunda de dolor y decepción, ya lo había hecho, no había vuelta atrás, así que opté por acabar con su sufrimiento; nuevamente apreté el cuchillo y esta vez lo clave en su cabeza, mis llantos y sollozos eran la banda sonora del final de una historia que no sé cómo inició.
Mientras mi cerebro trataba de procesar todo lo ocurrido, delante de mí yacía el cuerpo moribundo de esa curiosa serpiente, que de un segundo a otro se esfumaba la más mínima señal de vida en ella, y su cuerpo iba cesando todo tipo de movimiento.
**Año: 1830**
**Autor: Eugène Delacroix**
**Estilo: Romanticismo**
*La Libertad guiando al pueblo o La Liberté guidant le peuple* es un cuadro del romanticismo pintado al óleo en el año 1830 por el pintor francés Eugène Delacroix (1798-1863).
El cuadro representa la revolución de 1830 en Francia, un movimiento popular que inundó las calles de París el 27, 28 y 29 de julio de ese año, impulsado por la burguesía contra los decretos del rey Carlos X de disolución de las cámaras y supresión de la libertad de prensa en un intento fallido por mantener el poder de la monarquía.
Este acontecimiento trajo como resultado el gobierno de Carlos X, sucedido por Luis Felipe I, lo que implicó el comienzo de un ciclo de revoluciones en el continente europeo contra los gobiernos monárquicos.
**Analisis del Cuadro**
Los personajes que Delacroix plasmó en su cuadro La Libertad guiando al pueblo se componen de grupos alegóricos que transmiten la complejidad de los conceptos libertad, clases sociales, caídos y pueblo.
La libertad es la protagonista del lienzo. Toda la fuerza de la barricada plasmada por Delacroix recae en la mujer con el pecho desnudo que aparece en primer plano, guiando a un batallón entero. Libertad incentiva a los hombres para que continúen su lucha por Francia, representada por la bandera tricolor (azul, blanco y rojo) en su mano derecha, y una bayoneta fusil en la mano izquierda.
El pueblo está representado por las diferentes clases sociales y por el grupo de personas situadas en el fondo del cuadro en medio de la humareda. El pueblo lleva los brazos en alto, símbolo de la revolución, y siguen a su guía: la propia libertad.
Los caídos en el cuadro La Libertad guiando al pueblo yacen expuestos sobre los escombros de una explosión. Uno de ellos se arrastra hacia los pies de Libertad dándole sus últimas fuerzas, pero lleno de esperanza.
Frank, Frank Edwood es mi nombre, mi vida no ha sido mucho más complicada que la de los demás habitantes de mi localidad, un pequeño urbanismo un poco alejado de la ciudad donde todos se conocen, se suelen ver a los niños corretear por las calles y en la madrugada a los jóvenes tomando y escuchando música a niveles que no son permitidos pero resulta más fácil hacerse la vista gorda que irles a reclamar por el alboroto. Ya hacía mucho que vivía solo, mi mujer Edith, murió unos pocos años después de dar a luz a nuestra única hija Emily, su muerte fue inesperada para nosotros nunca presento problemas de salud y nunca se quejó de alguna dolencia, me dijeron que fue una muerte súbita producto de alguna malformación nunca antes detectada en su corazón, una de esas cosas que nadie se espera que sucedan hasta que suceden, para Emily no fue fácil aceptarlo, tal vez por eso se fue de casa en cuanto cumplió los 21, desde entonces he vivido solo, únicamente acompañado por las llamadas muy ocasionales de mi hija para saludar. Una vida tranquila, me digo, solo paso mis días viendo programas en la televisión, haciendo ejercicio uno que otro día y encargándome de cuidar mi jardín.
En medio de la noche se levanta a mitad de la noche para un breve recorrido hacia la cocina, toma un bocadillo y se dirige a su cuarto nuevamente, cuando una sensación extraña invadía su cuerpo, una sensación de que alguien lo observaba, la cual emanaba desde la habitación de sus hijas; al entrar, observa a sus pequeñas en un sueño profundo, todo aparenta ser normal, pero al observar detalladamente puede ver la silueta de un sujeto alto, de contextura promedio, cabello blanco grisáceo y levantado, con una piel tan pálida como la nieve, que vestía un pantalón de cuero negro con un combinado de botas negras de combate, sin prenda alguna que cubriera su torso, y poseía pulseras de metal parecidas a unas esposas en ambas manos, cuyas cadenas se enrollaban en su pecho. Este ente tan extraño se encontraba sentado en una esquina de la cama junto a las niñas, parecía como si absorbiera el alma de ellas.
El padre, sin creer que aquel individuo estuviera realmente presente, se encontraba confundido sin mover un dedo, preguntándose si su mente le estaba jugando una mala pasada, producto del agotamiento y la oscuridad, o si en realidad era posible que alguien hubiera entrado a la casa sin hacer el mas mínimo ruido. Pasado unos segundos, luego de percatarse de la presencia del padre en la habitación, ese extraño hombre de cabello gris desvió su mirada de las niñas y la clavo directo a sus ojos, caminando hacia el mientras de su boca emanaban una risa siniestra y frases con tono burlón.
**¿Buscabas algo?** *– Preguntó, mientras se acercaba a el –*
Impactado por escuchar esa voz tan tétrica y tan real, el cuerpo del padre quedó totalmente paralizado; con ese sujeto tan extraño acercándose cada vez más a él, mientras rodeaba su cuello con esas pálidas y frías manos, ejerciendo presión hasta que su cuerpo no pudiera mantenerse en pie, sin poder hacer nada, solo podía observar por última vez a sus pequeñas niñas mientras su vista se volvía cada vez más oscura...
Obra: La Persistencia de la Memoria
Pintor: Salvador Dalí
Año: 1931
Movimiento Artístico: Surrealismo
Este es de mis cuadros favoritos del Surrealismo, se dice que Dalí lo realizó en menos de cinco horas, un día que estaba indispuesto y no pudo ir al cine con su mujer y amigos; en su lugar se quedó en su casa pintando el que sería uno de los cuadros más famosos de la historia del arte.
Las interpretaciones de las obras de arte pueden ser ambiguas, por eso les comparto una de las interpretaciones favoritas que se le puede dar a cada elemento de esta joya artística:
Los relojes derretidos, que se dicen representan el tiempo que transcurre de manera diferente, puesto que las agujas están derretidas y sugieren una noción distorsionada de los segundos.
Además de observar los múltiples relojes derretidos, podemos ver en una parte de esta pieza, que el único reloj que no está deformado es el que está volteado hacia abajo y tiene hormigas sobre él. Se dice que a Salvador Dalí no le gustaban muchos las hormigas y solía usarlas como símbolo de putrefacción en sus obras, demostrando cómo este objeto cotidiano es despreciado por el pintor bajo la mirada surrealista.
Dalí busca retratar la memoria como una forma de marcar el paso del tiempo, una forma interna y subjetiva, comparándola con el paso del tiempo de un reloj común, y expresando que no es el mismo, ya que un momento que ha sucedido hace mucho puede ser recordado como algo reciente, mientras que el día anterior puede dar la impresión de haber ocurrido mucho tiempo atrás.
En cuanto al paisaje que se muestra en el cuadro, se dice que corresponde a la vista desde su casa en Barcelona, España. Es el camino de lo real, lo que queda o perdura de realidad.