—atizando-el-fuego—-el-guerrillero
La película de Petro es alucinante. Desde los primeros días de febrero, el presidente orquestó un plan para presionar a la Corte Suprema de Justicia para que eligiera a una fiscal de bolsillo.
Para tal fin, lanzó un comunicado de prensa, que tradujo a varios idiomas, para alertar sobre un golpe de Estado en proceso. Ese solo comunicado es una orden directa a sus fanáticos para alistarse a encender el país.
Incluso, en un recurso sumamente retrógrado, insinuó que la no elección de fiscal y la persecución que adelanta la Fiscalía contra varios miembros de la familia presidencial y contra el sindicato financiador de campañas políticas eran irrespeto al voto popular. Por eso, para caldear los ánimos, aseguró que el voto popular se respeta. Pobre argumento de alguien que se ha pasado las leyes y la dignidad presidencial por el forro.
Además, la propia directora de RCTV, Nórida Rodríguez, impulsó la movilización del 8 de febrero. Si Petro no dio la orden, ¿quiere decir que los funcionarios le desobedecen? Esa es una premisa falsa, pues si de algo se asegura el presidente es contar con sumisos sirvientes que le batan la cola y cumplan sus órdenes.
Pero no fue solo Nórida Rodríguez. En el lenguaje de gravedad que suelen utilizar los petristas, el propio gustavo Bolívar caldeó los ánimos para defender a su presidente.
A Bolívar lo secundó la activista Cielo Rusinque, la misma que aterrizó en paracaídas en la Superintendencia de Industria y Comercio. ¿Tampoco le obedecen a Petro?
Y llegó el día de la movilización, un pulso en las calles en el que se mediría el apoyo vandálico y revoltoso al presidente. Petro soñaba con hordas compuestas por esos 11 millones de votos que dice defender. Para eso había decidido apoyar a Fecode, el parapeto detrás del cual se escondió como titiritero para manejar los hilos de esas marchas sin poner la cara.
Sin embargo, desde las primeras horas se vio que el ambiente estaba muy distante de las movilizaciones que convocó en 2021 y que terminaron siendo asonadas violentas en buena parte del país. Más allá de unos cuantos fanáticos adoctrinados, la marcha parecía marchita.
Por eso tuvieron que subirle el volumen, porque de no hacerlo, hubiesen pasado con mucha pena y nada de gloria y habría quedado solo la foto de la soledad de Petro en las calles. Entonces focalizaron la asonada en el Palacio de Justicia y el florero de Llorente fue la decisión de la Corte Suprema de Justicia de aplazar la elección de fiscal para el 22 de febrero.
Pese a los intentos de culpar a otros por lo que habían propiciado, el hecho es que los enardecidos petristas atacaron el Palacio de Justicia y los indios se dispusieron a secuestrar a los magistrados.
Tuvieron que salir en sus camionetas blindadas, escoltados por la policía, para no ser agredidos por los violentos petristas. ¿Acaso los indios no reciben dinero a manos llenas del gobierno?
Ahí se le cayó la estantería a Petro. Lo que él tanto promovió, lo que sus aduladores respaldaron, lo que RTVC movió en las redes, fue una aplastante derrota moral, pues ni las calles los acompañaron y lo que pretendían, que la Corte eligiera a la fiscal de bolsillo, terminó generando un choque de trenes entre el ejecutivo y el poder judicial.
Como ya es costumbre, al ver lo que pasaba, Petro reculó y dijo que no era cierto que él hubiese dado la orden —otra vez la palabra— en una respuesta a Vicky Dávila.
Luego, ya desesperado, Petro acusó a la extrema derecha de temer a una fiscal decente. La presunta decencia de las candidatas es, por lo menos cuestionable, pues una está siendo investigada en el extranjero, otra sesgó procesos contra los militares y la última quiso ocultar la participación de las FARC en el atentado contra el club El Nogal.
Pero la cosa se le salió de control y tuvo que dar la orden a la Policía Nacional de actuar sobre aquellos que impedían la libre movilización de los magistrados. En otras palabras, Petro les mandó el ESMAD, así lo llamen hoy de otra manera.
Ya en el éxtasis de la desesperación, Petro justificó los desmanes asegurando que la protesta no era contra la justicia sino contra la mafia que se toma la justicia.
Un día después de la debacle, el ministro del Interior salió a dar unas declaraciones que dejan más dudas que certezas. Dijo que Petro, al ver lo que pasaba en el Palacio de Justicia, ordenó al jefe de gabinete y al director de la Policía, desplazarse al lugar de los hechos. ¿Si el petrismo dice que no pasó nada, que son exageraciones, por qué tenía que ordenar a dos altos funcionarios que acudieran al lugar de los hechos? ¿Si todo estaba en paz, si los manifestantes eran pacíficos, por qué tenían que asegurar la tranquilidad y la seguridad de los magistrados? ¿Por qué pensar en una acción de fuerza de la Policía, si era una protesta pacífica contra la Fiscalía mafiosa y no contra la Corte Suprema de Justicia?
Este gobierno no va mal… ¡va en picada y en ella se está llevando a toda la nación!
...
https://www.youtube.com/watch?v=k3zdGgSpHgU
Transaction
Created
1 month ago
Content Type
Language
video/mp4
es