El impresionante crecimiento de Auschwitz, contemporáneo al escape de Pilecki, lo había convertido en una industria del genocidio. Pilecki fue uno de los primeros en denunciar las cámaras de gas. Describió con precisión los hornos crematorios, el gas Zyklon B, la organización de las torturas y la logística de comunicación. Nadie le creyó, o nadie quiso. La explicación piadosa es que pensaran que era una exageración de Polonia para lograr el apoyo aliado o que no entendieran el sentido de montar semejante locura asesina cuando podían dejar que los prisioneros murieran, simplemente, de hambre. Pero existían otros factores.
Auschwitz se había convertido en un polo industrial alrededor de un enorme atractivo: el trabajo esclavo. No es una metáfora, ya que en los alrededores del campo y bajo su jurisdicción se instalaron numerosas empresas que, beneficiadas con este instrumento, apoyaron y financiaron a Hitler. Precisamente debido al trabajo esclavo, y a lo que de él se desprendía, es que el mundo no puede excusarse en la ignorancia del Holocauto. No era una conspiración de unos cuantos jerarcas nazis. Era un mundo ya interconectado, una estructura financiera, empleados, publicistas, traders, contratistas y cientos de miles de clientes, un enorme sistema económico que por años y años creció con la “tracción a judíos” que trabajaban hasta su muerte. De hecho, morían sin cesar como moscas y acto seguido se solicitaba su reemplazo, como piezas de maquinaria, a las SS.
La historia de la humanidad es prolífica en horrores, pero Auschwitz representa el eslabón más deshumanizado e industrial, el fracaso del concepto mismo de humanidad. El campo se levantó amparado en la complicidad económica, la complacencia diplomática y la indiferencia mediática del mundo. Nadie podía darse por sorprendido de lo que representaba a esa altura del accionar del nazismo. Auschwitz es el símbolo del Holocausto hace 76 años. Nosotros recordamos.
...
https://www.youtube.com/watch?v=3s0Xqr7A2uY