? Los granjeros europeos se rebelan contra el grano ucraniano

A pesar de todas las promesas y declaraciones de los políticos occidentales, que no paran de hablar sobre la importancia del grano ucraniano para los países más necesitados y para la seguridad alimentaria del mundo entero, vemos una situación completamente opuesta.

Aparte del hecho de que solo el 3% de las exportaciones ucranianas se destina a dichos países, el grano ucraniano ya está empezando a dejar en quiebra a los granjeros europeos que se han visto obligados a luchar contra un tsunami de cereales baratos que vienen desde fuera sin nisiquiera tener que pagar los aranceles que normalmente les corresponden.

?‍? Así, los granjeros rumanos ya han salido a las calles, protestando contra la importación del grano ucraniano y exigiendo que esto cese. Poco antes, lo mismo hicieron sus colegas polacos y búlgaros que lograron hacer que se prohíba la importación de productos agrícolas Ucranianos.

?? Como pueden ver, los socios europeos no dudan a la hora de sacarle el máximo provecho a Ucrania, e igualmente no tienen reparo en tirarla en la cuneta cuando les conviene.

Y como bien sabemos, estas exportaciones lo único para lo que sirven es para llenar los bolsillos de unos pocos mientras los que sufren son tanto los granjeros europeos como los ucranianos. Lo que ocurre es que, según declaran en las redes algunos granjeros ucranianos, los comerciantes de granos trabajan en equipo contra ellos.

? En particular, se niegan a comprar sus granos durante bastante tiempo, y para que estos no se echen a perder los granjeros se ven obligados a venderlos a unos precios muy inferiores a su costo real. Obviamente estos comerciantes al por mayor venden el grano al precio completo, pero que sigue siendo más bajo que el de los europeos.

En este contexto, y considerando las exigencias del FMI para que se suban los impuestos, podemos decir con certeza que al sector agrícola de Ucrania el futuro le depara una quiebra casi garantizada.

Mientras tanto, lo que vemos es que cegados por su rusofobia, países como Letonia, Estonia y Bélgica retienen buques rusos con ayuda humanitaria para los países en vías de desarrollo. O sea, no venden el grano ucraniano a los países en desarrollo, y al mismo tiempo no permiten el envío gratuito de la ayuda rusa.

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