los-escoltas-estaban-dormidos
Culiacán, Sinaloa. – Justo a la hora en que el sueño se hace más pesado, al menos medio millar de militares de élite, desplegados por tierra y aire, estaban más que listos y dispuestos para llevar a cabo el operativo “Ratón”: ¿El objetivo? Capturar a uno de los hijos del Chapo Guzmán que años atrás les había infligido una humillante derrota.
La casa donde se hallaba Ovidio Guzmán López, que había ido a visitar a unos familiares, se localiza en la calle de Francisco I Madero, sin número, en la Sindicatura de Jesús María, situada a 57 kilómetros al
norte de la cabecera municipal de Culiacán, Sinaloa.
Desde hace tiempo la sindicatura de Jesús María se caracteriza por constantes operativos federales, en los que han descubierto y asegurado diferentes laboratorios clandestinos, en los que se procesaba la mortal droga sintética, fentanilo.
Aparte, Ovidio se movía a sus anchas en otros dos domicilios, situados en el Desarrollo Urbano Tres Ríos, donde hacía su vida normal pese a que, según las autoridades, era buscado afanosamente.
A las 04.30 horas, los mil 800 habitantes de la localidad, entre ellos no menos de 50 jóvenes que servían de “halcones” e informantes de Ovidio, dormían plácidamente, sin imaginar el infierno que se desataría en minutos.
Se pretendía que el operativo fuera limpio, de los que la policía llama “quirúrgicos”, sin derramamiento de sangre: ubicar, detener, someter al objetivo y sin más aspavientos. retirarse del punto.
Pero las órdenes fueron cambiadas de último momento, porque unos noctámbulos se percataron de la presencia de los militares y se corría el riesgo de que dieran la voz de alarma y se “cayera” el operativo.
Así, sin más, de manera simultánea, estalló la metralla, lo mismo en tierra en un fuego cruzado que desde un helicóptero Black Hawk, cuyo blanco se centró exactamente en la casa donde se hallaba el menor de
los “chapitos”.
El estruendo de las detonaciones despertó violentamente al ejército de sus sicarios; “Los Ninis”, jóvenes de entre 20 y 35 años con perfiles violentos y de alta peligrosidad.
“¡Plebada, plebada, jálense a la ver…, ya valió madres, quieren agarrar al patrón!”.
Seguidamente, con desesperación, activaron los celulares de sus subalternos, la mayoría IPhones descontinuados. El Lunetas escucha en su teléfono el mensaje, tan fuerte como si le gritaran en el oído. Al mismo tiempo, su hermano mayor, Creisy, agarra de un manotazo su celular que estaba sobre el buró para escuchar el mismo audio.
Los dos, de 16 y 21 años, son parte de un grupo de WhatsApp que debería funcionar las 24 horas para mantener informados a los guardias de Los Chapitos sobre los movimientos de las autoridades en la capital
sinaloense, el bastión que heredaron en 2016.
En instantes se desató el infierno y las consecuencias, que fueron soslayadas en principio por el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya y por el secretario de la Defensa, general Luis Crescencio Sandoval, resultaron funestas.
El mandatario estatal, todavía salió a decir en dos ocasiones más que no había registro de muertos.
No obstante, el secretario de la Defensa, al rendir su informe, actualizó el saldo de los enfrentamientos por la detención de Guzmán López.
El general indicó que fueron 29 muertos: 10 militares y 19 presuntos sicarios del cártel de Sinaloa; otros 35 mílites heridos, 250 vehículos robados, muchos de ellos incendiados y 20 detenidos, además de Ovidio Guzmán.
Se conocería después la emboscada que gatilleros de la misma organización tendieron al coronel Juan José Moreno Orzua, comandante del 43 Batallón de Infantería, con sede en Tepic, Nayarit, y a sus cuatro escoltas, Los cinco fueron asesinados en inmediaciones de Escuinapa, Sinaloa.
El alto mando y su tropa apoyaban en el operativo de contención de la violencia generada en el estado, cuando fueron atacados a balazos por sicarios del Cártel de Sinaloa, ligados a Los Chapitos.
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