Tres años hace que se decretó un encierro de todos los ciudadanos. Un encierro que duró hasta primeros de mayo, sin precedentes en la historia de España, ejemplo de un pueblo acostumbrado a la disciplina, a obedecer. Un encierro provocado por el miedo. Un encierro que posteriormente fue declarado ilegal por el Tribunal Constitucional. Las consecuencias de ello ya las sabemos todos: se cambió el Tribunal Constitucional. Hay quien tras el análisis de lo sucedido en los tres últimos años ve motivos más que suficientes para dejar de confiar en las instituciones que dicen que nos representan. ¿Realmente nos representan? ¿Por qué intereses se está luchando? Y la lucha popular, y los servidores de la patria, de la nación ¿cómo nos estamos organizando para hacer frente al invasor? Queda todavía mucha gente encerrada en sus miedos, en el engaño de las autoridades. Algunos de los promotores "científicos" a estas alturas no les queda más remedio que una huida hacia adelante, porque reconocer que fruto de sus consejos y recomendaciones está falleciendo mucha gente, es demasiado fuerte para sus conciencias. Es preferible abonarse al discurso del enterrador de que "se han salvado muchas vidas". Pero los números cantan.
La realidad se termina imponiendo, arrasa como los camiones en Canadá. Los expertos son llevados a las comisiones de investigación del Congreso y dejan claro, pese al mantra de los políticos, que estas vacunas NO SALVAN VIDAS. Y en los hospitales vemos cada vez más "arrepentinitis" por el creciente número de "repentinitis". ¿Qué necesidad había? Ahora empiezan a quedar a la vista los conflictos de intereses, ahora se sabrá a qué se referían los que decían que los beneficios (propios) superan a los riesgos (de otros). La sociedad despierta y pide responsabilidades a responsables e irresponsables. La sanidad en su conjunto ha sufrido un daño severo, en gran medida merecido por su silencio cobarde. Pero el peligro del miedo colectivo acecha, no se ha disipado, solo traslada su escenario.
Como dicen algunos, resulta difícil convencer a los que no desean pincharse para COVID (se entiende para no coger COVID, aunque en la práctica parece que te lo coges si te pinchas) de que la vacuna les protegerá cuando al mismo tiempo se pide a los que llevan ya dos que vayan a por la tercera porque no están protegidos. En noviembre hay ya reconocido un misterioso e inexplicable aumento de la mortalidad según MoMo... Sigamos mirando la evolución y que cada cual saque sus conclusiones.
El pasado 7 de diciembre José Manuel Navarro entrevistó en Locactiva al Dr. Antonio Alarcos sobre su opinión acerca de la vacuna que se iba a empezar a aplicar en Gran Bretaña.
Resulta elocuente y esclarecedor el contenido al poner de manifiesto lo poco (acaso nada) que sabemos de este tipo de vacunas. Con un lenguaje cercano, el Dr. Alarcos explica lo incierto que puede ser aplicar una vacuna de este tipo como la ausencia total de experimentación llevada a cabo. Una información que no puede perderse.
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https://www.youtube.com/watch?v=MgqXxLX8jrM
Diferentes modos se postulan para estar sanos. Yo, como médico, aprendí lo que me enseñaron en la Facultad de Medicina y estoy relativamente satisfecho con los resultados que logra esa ciencia. Pero lo importante no es que yo esté satisfecho: lo está un elevado porcentaje de los pacientes a los que trato. Y eso es lo que me hace ser defensor, contra viento y marea y a pesar de los pesares, de la ciencia médica. De sobra hemos comentado a lo largo de los dos últimos años las severas injerencias que el arte médico ha sufrido y padece por intereses espurios de la industria farmacéutica, cómo se ha degradado el principio ético del "primum non nocere" y hacer prevalecer la salud del paciente y el respeto a su decisión por encima de todo. Y eso hace de mi empeño un doble esfuerzo: rescatar lo que hay de útil y beneficioso en esa ciencia y recuperar la confianza de quienes fueron traicionados. Incluso hay una barrera más contra la que debo advertir al público: la crisis ha propiciado la emergencia de diferentes métodos que se postulan como útiles, convenientes, necesarios y hasta imprescindibles para tener buena salud. Yo no voy a hablar de lo que no sé ni voy a promocionar lo que ignoro. Con ello no digo, insisto, que no haya otros métodos de sanar o recuperar la salud o mantenerla: digo que no son del ámbito de mi conocimiento ni forman parte del interés inicial de este proyecto cuyo objetivo es que los pacientes vuelvan a encontrarse con los médicos, los médicos titulados, que mantienen junto a su ciencia, sus principios deontológicos.
Estamos en un momento donde se empieza a vislumbrar que algo está cambiando en la salud de la sociedad a raíz de la pandemia de vacunas. Porque el daño a la salud no lo trajo la COVID, sino el remedio que se propuso para ese miedo. Cada vez son más los datos de indicadores de salud social que apuntan a que no hemos ganado en calidad ni en cantidad con las vacuna. Hay una sobremortalidad creciente que nadie explica. Por más que los medios de comunicación desvíen la atención hacia el cambio climático, la gente ya no traga porque lo ve a su alrededor. Hay un incremento de tumores y de accidentes trombóticos ¡también en niños! que curiosamente nadie se atreve a vincular a inoculaciones innecesarias por el drama psicológico que eso supondría para los responsables. Hay un incremento, sí, lo hay, por desgracia. Pero son datos oficiales, son los datos que no pueden ocultarse. Las rarezas, así como tumores de mama en niños pequeños, han dejado de serlo y se empiezan a elaborar guías de manejo en ictus en población pediátrica. Siempre ha sido conveniente conocer de quién se fía uno, y hoy es imprescindible porque el miedo creciente te lleva a entregar tus datos sensibles al que desea esclavizarte. Despierte, le han engañado pero hay margen para responder al daño.