Joan Alfaro Cabrera es un joven pintor que viene de los márgenes, desde la provincia. Es cajamarquino. Estudió en la Escuela de Bellas Artes Mario Urteaga de esa ciudad. Sin embargo, por las ganas del saber, se puso a estudiar Psicología y Comunicaciones, pero leal a la vocación volvió a los lienzos y sus pinceles.
“Se lo debo a mi tierra, a la zona donde vivo. Pero no solo el color, también muchos de los personajes que recreo”, explica el joven artista.
Asimismo admite que tras él hay grandes maestros. No es por nada que en sus óleos, a manera de homenaje, uno descubre el puntillismo de Georges Seurat o las líneas ondulantes de Vincent van Gogh.
“No tengo prejuicio de admitirlo, pero de ellos he tomado la técnica, la creación es mía”, arguye.
Si bien su pintura evoca, además de Seurat y Van Gogh, a Chagall –un mundo naif–, lo que marca el arte de este joven pintor es su vocación colorista, la sutileza del detalle, todo plasmado con una lírica natural que, sin dejar de ser bucólica, a veces es sensual en el color y la forma.
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