El libro de Hechos fue escrito para tener un registro de la historia de la iglesia primitiva. El énfasis del libro es la importancia del día de Pentecostés, y el ser investidos de poder para ser testigos eficaces de Jesucristo. Hechos registra a los apóstoles siendo testigos de Cristo en Jerusalén, Judea, Samaria, y el resto del mundo circundante. El libro arroja luz sobre el don del Espíritu Santo, quien da poder, guía, enseña y actúa como nuestro Consejero. Al leer el libro de Hechos, somos iluminados y animados por los muchos milagros que fueron realizados durante este tiempo por los discípulos Pedro, Juan y Pablo.
El libro de Hechos enfatiza la importancia de la obediencia a la Palabra de Dios y la transformación que ocurre como resultado de conocer a Cristo. También hay muchas referencias sobre aquellos que rechazaron la verdad que los discípulos predicaban acerca del Señor Jesucristo. El poder, la avaricia, y muchos otros vicios del diablo se evidencian en el libro de Hechos.
1 Pedro es una carta de Pedro a los creyentes que habían sido dispersados a través de todo el mundo antiguo y estaban bajo una intensa persecución. Si alguien entendía lo que era persecución, era Pedro. Él fue golpeado, amenazado, castigado y encarcelado por predicar la Palabra de Dios. Él sabía lo que costaba permanecer firme sin amargarse, sin perder la esperanza, y afianzado en la fe vivir una vida obediente y victoriosa. Este conocimiento de una esperanza viva en Jesús era el mensaje, así como seguir el ejemplo de Jesucristo.
Pedro estaba alarmado de que los falsos maestros hubieran comenzado a infiltrarse en las iglesias. Él hizo un llamado a los cristianos a crecer y fortalecerse en su fe, para que pudieran detectar y combatir la creciente apostasía. Enfatizó fuertemente la autenticidad de la Palabra de Dios y el seguro regreso del Señor Jesús.
Miqueas es sobre todo un profeta del juicio. Dios aparece como el juez universal. Uno de los más grandes legados espirituales de esta obra estriba en su enseñanza acerca de cómo aceptar y sobrellevar la ira divina. La ira de Dios pasa, pero su benignidad es eterna.
Juan 20:31 cita el propósito de la siguiente manera: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. A diferencia de los tres Evangelios sinópticos, el propósito de Juan no era presentar una narrativa cronológica de la vida de Cristo, sino manifestar Su deidad. Juan no solo estaba buscando fortalecer la fe de la segunda generación de creyentes, sino que también buscaba corregir una falsa enseñanza que se estaba difundiendo. Juan enfatizaba que Jesucristo era “el Hijo de Dios”, totalmente Dios y totalmente hombre, contrario a la falsa doctrina que veía al “Espíritu-Cristo” viniendo sobre el Jesús humano en Su bautismo, y abandonándolo en la crucifixión.
Zacarías enfatizó que Dios había usado a Sus profetas para enseñar, advertir, y corregir a Su pueblo. Desafortunadamente, ellos se negaron a escuchar. Su pecado les acarreó el castigo de Dios. El libro también muestra evidencia de que aún la profecía puede ser corrompida. La historia muestra que, en este período, la profecía cayó en descrédito entre los judíos, conduciendo al período entre los dos Testamentos, cuando ninguna voz profética perdurable habló al pueblo de Dios.