No soy lo que ves. Soy lo que ahora veo, lo que siento, lo que pienso y lo que he sido. Si tuviera que describirme en unas cuantas palabras lo haría con el fragmento de una canción: “lo que a mí me gusta es inmoral, es ilegal o engorda. Nací en la Ciudad de México un 7 de abril de 1958. Soy la tercera de seis hermanos, 4 hombres 2 mujeres, una de ellas, la que narra. Mi mamá me contaba que casi me daba a luz en una silla de ruedas, mientras la trasportaban a la sala de parto. La impaciencia viene anclada a mi nacimiento, he padecido y explorado todos los sinónimos de la impaciencia. Hoy por hoy, estoy en la búsqueda de sus antónimos y tratando de poner en práctica 4 palabras: LO SIENTO, PERDÓNAME, GRACIAS, TE AMO. Desde niña me llevé mejor con las letras que con los números. En la primaria me encantaban los concursos de ortografía, ganaba los de composición, y mientras que la mayoría de los chamacos detestaban el dictado, yo disfrutaba cada sonido de las palabras y sus infinitas combinaciones, como: Agueda es güera, su mamá, Gelasia, guisa guisantes y su papá Guilebaldo Galileo Gómez, hace guitarras en Huetamo y le disgusta la guerra. Crecí escuchando los cuentos que mi mamá nos contaba cada noche; me formé consultando enciclopedias y el Tesoro de la Juventud que mi papá pagaba en cómodas mensualidades. A la edad de 12 años me regalaron El pequeño libro rojo de la escuela, que me enseñó sin tapujos lo que es la sexualidad, la praxis sobre el tema vino años después y sería otro tema narrativo; por ahora confórmense con saber que el pequeño libro me confirmó lo aburrido que eran las clases y desató muchas de mis rebeldías, a tal grado que, ya en la secundaria, el maestro de Cívica me corrió para siempre de su soporífera asignatura. La preparatoria la cursé sorteando las ausencias de los maestros y los balazos de los porros de la prepa 5, en esa época, mi mayor aprendizaje fue distinguir la diferencia entre el olor de un cigarro y el de la marihuana. Ahora creo que fue una etapa en la que mi autoestima quedaba pisoteada al ritmo de la música disco, también fueron los tiempos en que reprobaba con mención honorífica en baile, sin embargo, me divertí a mares rompiendo reglas y burlando la sanción. La etapa universitaria marcó el rompimiento de los estereotipos aprendidos, dio inicio a mi primer empleo formal y me encaminó por el sendero editorial que me ha ofrecido retos satisfacciones y amistades, pero también una que otra decepción. Soy la impaciente mujer que Jorge ama y soy la que sabe que todo lo que él necesita es amor. Seré siempre la admiradora de mi colibrí, de esa niña de agua que “nunca sabrá sumar lo que la quiero.” Soy la suegra de un inquieto “francés pirata” que adora las s ... https://www.youtube.com/watch?v=obgPZ1mK5V4