—atizando-el-fuego—-de-petro,
La progresía colombiana tiene un propósito: que el relato mate al dato o, en otras palabras, que los discursos fantasiosos disuelvan la realidad. Pese a la tozudez de los hechos, el fascismo intenta, por todos los medios a su alcance, imponer sus falacias como una verdad incuestionable.
El episodio de la colombiana en la Florida resulta esclarecedor. La mujer hace una pregunta válida: ¿Oye, qué tal los panamericanos, bien o no? No hay insulto, no hay vulgaridad en un reclamo legítimo de una ciudadana a algunos miembros de esa realeza chabacana que quiere imponerse en Colombia.
Posteriormente, la mujer hace un reclamo contundente: sabroso paseando. Se quejan del capitalismo pero…
En un país en el que la primera dama se gasta mil millones de pesos en masajes y acompañantes, el reclamo de la ciudadana es legítimo, pues es el dinero de los contribuyentes el que está sufragando los antojos de Alcocer.
Luego, la hija de Petro, la menor de edad utilizada como escudo humano para amedrentar a los colombianos que reclaman, asume su acostumbrada postura arrogante y altanera —heredada, por supuesto de quien la crio— para tratar de trenzarse en una pelea con la mujer.
Sin embargo, la reclamante le sale al paso y le dice, literalmente: no quiero nada contigo, nada, porque a ti no te estoy diciendo nada.
Aprovechando la situación, Petro recurre a la victimización para inventarse un relato a todas luces imposible: que su hija fue agredida. ¿Dónde está la agresión? ¡No existe! Hay un reclamo justo de una colombiana a Verónica Alcocer, quien derrocha el dinero del erario mientras dejaron a Barranquilla sin los juegos panamericanos.
Un relato ficticio no se afianza si no hay quien lo difunda como verdad irrefutable. Para eso están los conmilitones, los que se quieren congraciar con el emperador desnudo, de encargándose de esparcir la mentira como si fuera verdad. Son simples fascistas que siguen la doctrina de Joseph Goebbels.
En el esfuerzo de afianzar el relato, los lambones mayores no ahorran adjetivos calificativos: hablan de oposición reaccionaria intentando consolidar el cuento absurdo del acoso a la familia presidencial. Además, califican de ridículas y absurdas las premisas del reclamo ciudadano, como si ya no existiera la libre expresión en el mundo.
Entre tanto, otro grupo de batracios con menor alcance, hacen lo posible por reforzar el relato mentiroso de Petro y sueñan con la judicialización en los Estados Unidos de la ciudadana colombiana que hizo el reclamo callejero, acusándola de acoso contra una menor de edad.
Sin embargo, la ley norteamericana es clara: acosar significa participar en una conducta en la que se causa angustia emocional sustancial. No obstante, la ley indica que se tipifica el delito si la conducta no tiene propósito legítimo y valga la aclaración, el propósito de la libertad de expresión y el libre reclamo, respetuoso además, es más que legítimo.
Seamos claros: la señora no agredió verbalmente ni a la primera dama ni a la hija insolente y peleadora. Ella hizo un reclamo con cierta dosis de ironía, por el desgreño que comete la familia presidencial, en este caso Verónica Alcocer, con el dinero de los colombianos.
La ley norteamericana también señala que se requiere un patrón de conducta compuesto por una serie de actos durante un periodo de tiempo, por breve que sea. No obstante, la ley excluye las actividades protegidas constitucionalmente como piquetes o protestas. Lo de la ciudadana colombiana fue una protesta y nada más.
Entonces, a los odiadores que quieren intimidar con procesos judiciales, solo les queda revolcarse en las redes sociales por la falta de diligencia de la justicia «imperialista, capitalista y burguesa» que no se come el cuento de la agresión a la hija patana de Petro.
De otro lado, viendo la catarata de sentencias contra una mujer que, según ellos, acosó a la familia presidencial, se esperaría que la caterva que malgobierna condenara a los acosadores verdaderamente agresivos de su sector político.
Sin embargo, el doble racero entra en escena y acusar a un niño de 14 años de nazi o perseguir a un congresista con insultos, agresiones y patanería son conductas aplaudidas por la progresía.
¿Cómo trata este gobierno a los acosadores? ¡Los premia! Se los lleva de viaje a Europa como un reconocimiento a su conducta servil, lo que a la postre los motiva a profundizar en sus conductas.
Ya sabemos que la coherencia huyó despavorida de la vida del presidente y de sus conmilitones. Sabemos que corren continuamente la línea ética y moral. Tenemos claridad que la integridad no existe ni en la caterva gobernante ni en los batracios que aúpan las mentiras. ¿Será que algún día los sorprendemos diciendo alguna verdad? Yo no creo.
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